23 de noviembre de 2024 7:38 PM

Miguel Ángel, un cacique y un plátano

Los revolucionarios posmodernos actúan conforme a la “comprensión científica” del mundo y de la historia y por lo tanto develan las mentiras ideológicas burguesas que fundamentan la sociedad.

En 2019 un hecho produjo elucidaciones entre los afectos al arte en todas partes. En la exposición Art Base Miami Beach, Florida, se exhibía un plátano adherido a la pared por medio de una cinta adhesiva (alguien escribió qué si a Ud. no le gustan cosas pegadas a la pared con tirro, Ud. no es sensible al arte actual). “La obra” estaba valorada en 120 mil dólares y el barullo aumentó cuando el director del Guggenhein de NY, Richard Armstrong, la recibió y “colgó” con grandes elogios y el museo tuvo que tomar medidas para canalizar cientos de personas que pujaban por verla. El autor, Mauricio Cattelan, realizó tres ediciones con precios cada vez más altos. Años atrás, el nuevo Michel Ángelo del plátano había presentado su obra América, una poceta recubierta de oro. Durante los 90, otro episodio sacudió el mundo de las artes plásticas., En el New Museum, también en NY, un inspirado creador conceptual presentó la “obra” Mear a Cristo, un crucifijo metido en una pecera con líquido amarillo, que causó escandaletes entre el reducido público. Otro autor también en Miami expone unos jabones elaborados a partir de su propia grasa corporal y otro un juego de plato, tasa y cuchara literalmente peludos, que incitan poco a usarlos.

Son actos frecuentes desde la explosión posmoderna de los 90 y su fin es hacer que el público de exposiciones se sienta imbécil, desconcertado, ignorante, mofarse de él y de sus valores éticos y estéticos. “Nosotros decimos qué es arte … ¿Y cuál es el problema?” parece ser el lema oculto de los matones de la cultura. Durante las décadas que sectores de la izquierda se hicieron parte del proceso democrático y entendieron la necesidad de ganarse a la gente, de integrarse, abandonaron la actitud apocalíptica de epater les burgeois de principios del siglo pasado que asumieron los dadaístas: Hugo Ball, Tristan Tzara, Suzane y Marcel Duchamp, Sophie Taeuber, Jean Arp, Richard Welsenbeck, Man Ray, Marcel Duchamp, Richard Huelsenbeck. Hay que decir que aparte pegar plátanos de la pared y cosas peores, cada uno de ellos dejó grandes obras inmortales para la historia del arte. He ahí la diferencia. La izquierda se integró al sistema y en Roma se leía un cartel del PCI que decía “accompagnare il popolo nella sua esperienza”, nueva actitud que le permitió convertirse en el potencial relevo del sistema, que tampoco sirvió para nada.

Pero la ultra irredenta, refugiada en el mundo cultural, que operaba marginalmente desde el arte y lo simbólico, trata de imponer valores de minorías al comportamiento colectivo, cree que su papel es escarnecer las creencias comunes, mesocráticas, ridiculizarlas junto con su despreciado modo de vida. Los revolucionarios posmodernos actúan conforme a la “comprensión científica” del mundo y de la historia y por lo tanto develan las mentiras ideológicas burguesas que fundamentan la sociedad (la familia, el amor, la escuela, la empresa, la iglesia), y su llegada al poder sería la nueva etapa de iluminación y verdad, la ruptura con las sombras, el comienzo de la historia. Ese coctel de tonterías aberrantes priva en la pretensión de cambiar el nombre de la autopista Francisco Fajardo por Guaicaipuro y del cerro Ávila por Guaraira Repano, cuando descubrieron que Fajardo era nada menos que un “genocida” para asombro de los historiadores, y se sienten en el deber es cancelarlo.

¿Pero, es el cacique de latón una obra de arte? Sería útil preguntar a canónicos del arte como los directores del Guggenhain y el New Museum, si estarían dispuestos a exhibirlo en sus salones. Ellos son quienes deciden qué es y que no es arte y soy solo capaz de decir lo que es arte para mí. Grupos políticos opositores están obligados a emplear ocio existencial en ritos de ridícula indignación moral y antes del cacique de hojalata se habían amargado por la profanación del glorioso 5 de julio por un muñeco inflable llamado “superbigote”. Una que otra momia de esas que escriben libros pendejos, vacíos, convencionales sobre “el ser venezolano” o tribal ya plasmaron sus lugares comunes escandalizados. Promover barullos culturales para llamar la atención (epater), decíamos, es un oficio muy viejo que descubrieron los radicales antisistema. Durante la primera guerra nace de un grupo de creadores comunistas en Zurich, en el Café Voltaire, el movimiento mencionado arriba, el Dada (alusión a gafedad) que se extendió a Berlín, NY, Paris.

Para ellos el horror de la guerra dejaba en ridículo, sin moral, devaluada, a la sociedad burguesa, al arte mismo y a la gente que participaba pasivamente del desastre, y se burlan del “vacío demoníaco” de la civilización. Es paradójicamente un arte anti artístico. Inventan la escritura automática, recortaban palabras y les pegaban en collages, poemas de términos sin sentido dispuestas al azar. Así se burlan de la irracionalidad de la guerra con un anti arte irracional, con desprecio de la estética y Man Ray presenta como “obras” un excusado, una rueda de bicicleta y un secador de botellas (ready-made) aunque nos deja también verdaderas obras maestras. Es la contradicción esencial del dadaísmo, que desprecian el arte y la estética, pero dejan obras inmortales. Unas cuantas veces en mi vida me he topado en diversas latitudes con los teatreros españoles de la Fura del Baus, grupo que no acepta definiciones, practica el terrorismo escénico dadá y se autodefinen así: “La Fura del Baus no es un fenómeno social, no es un grupo, no es un colectivo político, no es un círculo de amistades afines, no es una asociación por alguna causa. Es una organización delictiva dentro del panorama actual del arte”. Arrojaban trozos de alimentos a gente que iba a sus espectáculos y alguna vez hubo uno que otro atajaperros sin consecuencias. Con los casos de Mear a Cristo, y el plátano, estoy seguro de que son chacotas. El cacique de hojalata es interesante y creo que tiende a ser naif.

@CarlosRaúlHer

Con información de El Universal.

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