25 de noviembre de 2024 9:09 AM

Ovidio Pérez Morales: 2023: Renacer de esperanza

Ciertos signos de notable fervor popular están acompañando el proceso de las primarias, que presagian un 2024 de renacimiento nacional, en el sentido de: reencuentro ciudadano, reconstitucionalidad democrática, impulso productivo, concientización ética y espiritual, retorno de millones de expatriados, reinserción privilegiada del país en una hermandad internacional acorde con su ser histórico-cultural, enraizamiento efectivo en lo mejor de la tradición nacional.

Por algo y mucho el Episcopado venezolano ha venido insistiendo en los últimos años en la urgencia de una refundación nacional. Tarea que implica asumir el asumir el protagonismo que le corresponde intransferiblemente a los compatriotas como soberano (CRBV 5). “Para refundar la nación, una de las más importantes tareas que tenemos pendientes los venezolanos es volver a recobrar la fuerza de ser sujetos, recobrar la autonomía y la libertad como ciudadanos y como nación ante la invasión político-cultural extranjera en la que nos encontramos” (Exhortación de 12.07.2021).

Avanzar en esta dirección permitirá al país entrar en el nuevo siglo-milenio, luego de más de dos décadas de involución, de destrucción en los varios ámbitos de la vida nacional. Hacer aquí un inventario de desastres parece innecesario, cuando es todo un pueblo el que está sufriendo las consecuencias de manejos no sólo deficientes, sino de prácticas sistemáticamente irresponsables, opresivas y corruptas. El 2024 no sólo ha de reiniciar el Estado de Derecho, la repoblación del país, el reconocimiento de la dignidad de jubilados y trabajadores, el progreso económico, la recuperación educativa, la libre comunicación, sino la sanación del país de la lacra de corruptelas que lo han expoliado.

El clima de entusiasmo y esperanza que va in crescendo por las primarias preanuncia -¿por qué no decirlo?-  un tsunami de fervor popular ante el cambio político que se actuará el próximo año. El conocido lema de “Despierta y reacciona” parece que lo está asumiendo el soberano, que más y más toma conciencia de su condición y obligación. Dichos como aquel de que “por las buenas o por las malas” lo van a tener callado y oprimido ya no le hacen mella. Al contrario, más bien estimulan su inalienable responsabilidad y alimentan su amor propio.

Ahora bien, el cambio que como deber- ser- y- hacer se espera y trabaja no podrá ser un “voltear la tortilla” de compadrazgos, sectarismos, hegemonías e imposiciones ideológico-políticas. Ya el país ha padecido un buen número de años de esos males. Una buena dosis de racionalidad, prudencia y amplias miras logrará el reencuentro del país consigo mismo, la revitalización de la convivencia y el esfuerzo conjunto para echar adelante este país. A quienes pudimos seguir presencialmente o con seria atención el drama  del Muro de Berlín y la reunificación alemana no nos es difícil afirmar que si la humanidad ha podido sobrevivir en la historia es por acuerdos logrados sobre una base consistente de realismo, imaginación, paciencia, prudencia, aguante…,  en las circunstancias más difíciles y catastróficas. El instinto de conservación es singular y colectivo. Alguien ha dicho que “los enemigos de ayer son los amigos de mañana”. Y no le faltaba sin-razón.

Las mediaciones de opinión más confiables se inclinan claramente hacia un cambio de régimen. Buen cálculo y acertada estrategia de parte del oficialismo sería una actitud patriótica, razonable, que facilite el paso de lo que hay a lo que el país espera. La tierra da vueltas; hoy es de día, mañana de noche, y el universo sigue moviéndose.

No hay derecho a desesperar. Como humanos contamos con vasta experiencia de una historia, que es movimiento y cambio. Y si somos creyentes, tenemos la certeza de que Dios acompaña y quiere siempre todo lo que significa caminar hacia la unidad, la paz y la fraternidad.

Las primarias han de seguir adelante y deben abrirse paso exigiendo justas condiciones, la libertad necesaria, el apoyo internacional. No como regalos, sino como expresión de una debida solidaridad. El soberano (CRBV 5) es algo serio. Y el “bravo pueblo” no simple poesía.

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