Con bombos y platillos se ha inaugurado en un aeropuerto venezolano unas escaleras.
Quien dirigió la puesta en escena debe estar muy orgulloso de esa obra, similar si se quiere en imponencia –y por supuesto en su mente y la de los funcionarios que a esa puesta en escena se prestaron- a la Muralla China, el Coliseo o la iglesia San Pedro, por solo citar tres magníficas obras de arquitectónicas de distintos tiempos.
En un país normal, ese funcionario debe ser despedido, inmediatamente, por torpe, por burlarse de sus subalternos, sus superiores y especialmente de los ciudadanos que con sus impuestos le permiten cobrar su sueldo.
No creo que sea por razones de edad que ese funcionario desconoce que los venezolanos construimos el puente sobre el Lago de Maracaibo, el metro de Caracas o el teleférico de Mérida, también para solo citarle tres y si se trata de un funcionario afecto al chavismo, por una de las pocas que en el gobierno del señor Chávez se construyó, el segundo puente sobre el rio Orinoco.
Inaugurar escaleras o ascensores, como obras emblemáticas de un gobierno es lamentable. Ni en una junta vecinal a sus integrantes se les ocurre celebrar acontecimiento, su festejo en todo caso solo refleja la mediocridad personal de quien gestó la actuación.
Desconozco si la conducta que genera una decisión como esa deriva del nivel de formación a la que la gestión gubernamental que ha regido los destinos nacionales ha llevado a nuestros educandos. Quiero en el fondo creer que es ello y no una burla premeditada del gestor del evento.
Uno de las instituciones del país más afectada por la actuación gubernamental venezolana ha sido la educación; sueldos de hambre a todo nivel sumado a la deserción de profesores y alumnos, la reducción de horas de clase y del nivel de exigencia, eliminación en el pensum de materias básicas o necesarias a los estudiantes mas la ideologización inducida, son elementos que han impactado negativamente la misma, con la particularidad de que, mientras en el poder se mantengan los que hasta ahora han dirigido los destinos públicos, ello continuará.
Hacia el futuro, los venezolanos tenemos un reto extraordinario en esa área. Una parte de los problemas se resolverá con decisiones económicas y programáticas; hay una sin embargo que conlleva -en principio- una dificultad, el tema de los docentes, lo que implicará como en alguna columna previa años atrás sostuve, la necesidad de reincorporar a las aulas a quienes se encuentran jubilados y con disposición anímica de contribuir a ello. Sin embargo, un tema adicional al respecto debe tenerse presente.
El docente jubilado que se incorpora a las aulas no puede ser castigado privándosele de su jubilación. El debe recibir las dos retribuciones, lo que no implica –si a ver vamos- un doble pago pues el sustituirá a quien salió del país y no ha retornado, de manera que cuando esto ocurra o se abran las fronteras para que docentes de otros países que nos recibieron, en señal de reciprocidad, puedan dictar las materias básicas que para Colombia propusimos lo pudieran hacer los docentes venezolanos, cubran las vacantes respectivas.
Las decisiones a tomar implican, nadie lo dude, una gran dosis de audacia. A la dirigencia venezolana que pareciere regirá los destinos del país si se cumplen las aseveraciones de las mas acreditadas empresas venezolanas que realizan encuestas, corresponderá adoptarlas. A quienes adentro se encuentren acompañar las mismas y los que afuera estamos adoptar la decisión de retornar para contribuir con el esfuerzo de todos a la recuperación nacional.
La inauguración de una escalera no refleja a los venezolanos que somos, tal como no la refleja la de la minoría que por el mundo delinque generando el denuesto de nuestro gentilicio, es sí imagen de un proceso de destrucción nacional que, a pesar de todos sus denodados esfuerzos, no ha logrado quebrar la voluntad general de progreso.
Gonzalo Oliveros Navarro
@barraplural
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